Los sensores empezaron a captar partículas. No eran señales. Eran pedazos. Fragmentos que flotaban sin rumbo, algunos ardiendo, otros completamente congelados. Borsiis reconoció una estructura metálica: era parte de una estación de tránsito. O lo que quedaba de ella. La esperanza dio un paso atrás. El planeta no había sufrido un daño parcial. Estaba dividido. Deshecho. No había superficie donde buscar, ni señales a las que responder. Solo restos. Aun así, su nave siguió adelante. A cada minuto, el vacío se llenaba de más piezas que contaban historias rotas.